dissabte, 30 de desembre del 2006

Christmas' Tales (En respuesta a "En respuesta a Summerrose...")

Había una vez, hace muchos, muchos años, un reino situado más allá de los confines de la Tierra, cuyo nombre ya ha sido olvidado por los hombres. En ese reino había un majestuoso palacio y en el palacio vivía un pequeño Principito, que gozaba del sincero y abnegado cariño de sus padres, quienes nunca habían podido tener más hijos. El propio Principito había venido al mundo muy débil e incluso se llegó a temer por su vida, aunque finalmente los esfuerzos de los mejores médicos del reino y las ganas de vivir del pequeño le permitieron salir adelante; sin embargo, el corazón del Principito sufrió mucho durante su enfermedad y quedó muy debilitado, tan frágil que los médicos recomendaron a sus padres que nunca saliera de palacio: las frías temperaturas que aquel reino sufría durante todo el año podrían resultar letales para él.

De este modo, la vida del Principito siempre transcurrió dentro de los muros del palacio. Sus padres no escatimaron ningún esfuerzo para intentar que su infancia fuera feliz: así, por ejemplo, mandaron construir un alto techo por encima de los jardines, para que su hijo pudiera pasear y deleitarse con las raras y bellísimas especies de árboles y aves que lo poblaban, así como admirar las hermosas puestas de sol o el maravilloso cielo estrellado . También, aparte del tiempo que ellos mismos le dedicaban, pusieron al servicio del Principito numerosos sirvientes, que se encargaban de distraerle y educarle. Además trajeron para él, desde todos los puntos del reino, los mejores juguetes, los más divertidos e ingeniosos. Todo ello en un intento de que el Principito no sufriera por todo aquello que nunca podría tener debido a su enfermedad.

Y de hecho el Principito era feliz, inmensamente feliz, aunque de una manera muy distinta a como habían imaginado sus padres: nunca hizo ningún caso de todos los juguetes que se encontraban a su disposición, ni tampoco quería nadie a su alrededor que intentase divertirle. Por el contrario, era capaz de pasar tardes enteras simplemente contemplando el hipnótico movimiento de las llamas del fuego de la chimenea, el delicado viaje de una pompa de jabón a través del aire o la elegante silueta de la luna en el cielo nocturno. Sus padres le veian quedarse ensimismado con estas y otras muchas cosas sencillasy se daban cuenta de que el Principito veía en ellas algo que a los demás pasaba desapercibido; cuando le preguntaban, él les miraba con sus grandes ojos brillantes y les preguntaba a su vez: "Pero...¿es que no véis la Magia?".

Algunas veces, no obstante, el Principito ansiaba conocer la Amistad y el Amor de los que hablaban los innumerables cuentos de la biblioteca de palacio, que el leía constantemente y con avidez . Este sentimiento fue creciendo en el frágil corazón del Principito, hasta que un día no pudo más y, a pesar de que conocía los peligros, decidio aventurarse al exterior. Poco después sus padres se dieron cuenta de su ausencia y mandaron en su busca a todo el personal de palacio. Tras varias horas de angustiosa incertidumbre, finalmente el Principito fue encontrado a varios kilómetros de distancia, tendido en el suelo como si estuviese durmiendo, apenas con vida y con una enigmática sonrisa entre el triunfo y la amargura en sus labios.

El Principito se debatió durante largos meses entre la vida y la muerte, pero al final, una vez más, consiguió recuperarse. Sin embargo, ya no era el mismo: ahora ya nunca se quedaba extasiado ante las llamas de la chimenea o ante la luna, ya no era capaz de ver la Magia que emana de las cosas sencillas, porque el frío viento de las montañas había congelado su delicado corazón. El Principito había partido en busca de un sueño y no sólo no lo había encontrado, sino que había perdido la capacidad de soñar. Pero las consecuencias de aquel acto de rebeldía que empujó al Principito hacia su destino no fueron todas ellas malas: a costa de arriesgar su vida había logrado superar su limitación, de tal modo que ahora podía salir fuera de palacio sin ningún riesgo.

Aún así, durante los primeros tiempos las salidas del Principito eran muy poco frecuentes, debido a que su prolongada convalecencia parecía haber despertado una nueva faceta en él: aunque ya no lograse entusiasmarse por las cosas sencillas, ahora sentía la irrefrenable necesidad de comprenderlas, y con tal fin comenzó de nuevo a leer ávidamente; pero lo que ahora leía ya no eran las fantásticas historias que antes le hacían soñar, sino las enciclopedias y libros científicos que llenaban otra parte de la biblioteca. Su gran dedicación pronto le hizo adquirir numerosos conocimientos acerca de los más variados fenómenos; tanto es así que su fama se extendió a lo largo y ancho del mundo y su presencia era requerida en muchos otros reinos para solucionar diversos problemas o simplemente para que los sabios de estos lugares aprendieran cosas de aquel joven que parecía poseer todas las respuestas.

Así, pronto la vida del Principito se convirtió en un contínuo viaje de uno a otro lugar. En el fondo, nada había cambiado mucho: su vida seguía girando en torno a llamas, pompas de jabón y astros celestes, sólo que donde antes veía Magia ahora sólo quedaban reacciones químicas, tensiones superficiales y fuerzas gravitatorias. Como era una persona sencilla y bondadosa, todos aquellos con los que se cruzaba en su camino le querían en mayor o menor medida. Pero el corazón del Principito seguía congelado, de modo que no podía sentir Amistad ni Amor y ni siquiera eran estos asuntos que le preocupasen, dado que no podía estudiarlos desde un punto de vista científico.

Un día, ya varios años después de su accidente, se encontraba el Principito en el reino de Biribirloque. El rey le había mandado llamar para que resolviese un problema que le tenía muy preocupado: resulta que en Biribirloque cada cierto tiempo y sin previo aviso caian grandes trozos de hielo del cielo, con el consiguiente peligro para sus habitantes, varios de los cuales ya habían sido alcanzados y heridos por tan curiosos aerolitos. La misión del Principito era tanto hallar la causa del fenómeno como predecir cuando se produciría, con el fin de evitar nuevos accidentes.

No era este un problema fácil y el Principito pasó muchos días estudiándolo, desde las primeras luces del alba hasta ya bien entrada la noche. Una de esas noches paseaba el Principito por las calles, absorto en sus cálculos, cuando de repente divisó uno de los enormes trozos de hielo a punto de precipitarse sobre una joven que caminaba a pocos metros de distancia, despreocupada y sin advertir el peligro que corría. El Principito tuvo el tiempo justo de abalanzarse sobre ella y apartarla a un lado, tan sólo un instante antes de que el proyectil le abriera la sesera.

Y entonces pasó algo muy extraño: en el cielo, por detrás de la cabeza de la joven, el Principito observó una estrella fugaz; y aunque él bien sabía que las estrellas fugaces no son sino partículas de polvo olvidadas por algún cometa y que entran en combustión al atravesar la atmósfera, no pensó nada de esto. Sólo penso...que era una Señal. En ese momento oyó que la joven, con una voz delicada y trémola, le daba las gracias por haberla salvado. El Principito desvió la vista de la estrella fugaz para mirarla a los ojos...y en ellos vió...Magia. Y de repente sintió algo muy intenso dentro de su pecho; y aunque era una sensación totalmente nueva para él, de inmediato y sin ninguna duda supo que se trataba de Amor.

Pero, os estaréis preguntando, ¿no estaba el corazón del Principito congelado? ¿No es verdad que desde el día de su accidente ya no podía sentir Amistad o Amor, creer en la Magia o tan siquiera soñar? Resulta que, como hemos dicho anteriormente, todo aquel que conocía al Principito había llegado a quererle; cada una de estas personas, sin que él se hubiera dado cuenta, le había transmitido un poco de Calor, de manera que el corazón del Principito había ido descongelándose muy lentamente y de manera inadvertida. El Calor que la muchacha a la que había salvado le acababa de enviar con su agradecimiento había completado esta tarea y le había devuelto al Principito su maravilloso don: la capacidad de saber soñar con los ojos abiertos.

Y así termina esta historia. El Principito siguió estudiando todas las cosas que no conocía, pero sin nunca dejar por ello de percibir la Magia que encerraban. Conoció la Amistad y el Amor y siempre logró no sólo ayudar y enseñar sino, lo que es mucho más importante, alegrar los corazones de todos y cada uno de los que le conocieron. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

A todos los que me llenáis de Calor, leáis o no este blog, os deseo un año 2007 muy feliz...y lleno de Magia. Summer.